Odio

Siempre me han sorprendido las personas que dicen no haber sentido nunca odio. Entiendo que es una de las emociones mal llamadas, en mi opinión, negativas, pues no creo que exista esa diferenciación entre positivas o negativas. Las emociones son. A mí lo que me interesa es entenderlas.

Socialmente reprobado

Comprendo, eso sí, que socialmente unas están mejor vistas, y otras están peor vistas, incluso totalmente reprobadas. Una de ellas es el odio, la envidia, la lujuria, la avaricia y tantas otras. Como es algo que conlleva tintes sociales, religiosos  y culturales, habrá variaciones según el contexto.

Sonríe o muere

Por lo tanto, hay emociones que reprimiremos más, que  negaremos, incluso que borraremos de nuestro consciente. Otras pueden formar parte de un bonito personaje que encaje más en la sociedad que nos ha tocado; sin ir más lejos, ser positivo y pintarse una sonrisa perpetua está muy de moda. Que nadie me malinterprete, ojalá todos pudiéramos estar siempre con una sonrisa genuina, auténtica. Esto me lleva a un libro que disfruté mucho “Sonríe o muere” de Bárbara Ehrenreich. Yo sencillamente abogo por ser lo que somos, por sentir lo que sentimos, y no construirnos un personaje que se ajuste más a los parámetros en boga.

¿Qué es el odio?

Pero, ¿qué es el odio? Utilizaré esta definición: el odio es el deseo de destrucción de un objeto o la imagen de ese objeto. Odiamos todo aquello que amenaza la integridad de una parte decisiva de nuestra identidad.

No existe una situación prototípica en la que es natural sentir odio, sino que dependerá de nuestros valores, de nuestro tipo de sensibilidad y de los pilares sobre los que hemos construido nuestra identidad. Cuando lo sintamos, es importante escucharnos, pues nos habla de nosotros, de nuestras heridas; algo vital se ha roto, o lo han destrozado. El primer impulso será la destrucción/odio del responsable de tal atropello.

Odio y amor

Intuyo, siento, observo, corroboro que el odio va de la mano del amor. Surge el odio con mayor intensidad cuantas mayores cosas estaban en juego  en la relación, en la organización, en el proyecto, cuanto mayor compromiso, cuanta mayor entrega, cuanta mayor consistencia emocional, cuantas mayores expectativas, cuanta más identificación, cuantos más sueños compartidos. No me sorprendí cuando encontré el término odioenamoración, acuñado por Lacán. Freud habla de este binomio con el concepto ambivalencia, y así muchos otros autores. No entraré en mayor profundidad sobre lo que proponen porque sería muy extenso, sólo siembro trampas para los más curiosos.

Anidar en el odio

Si pasado el tiempo tendemos a asentarnos en el odio, alimentarlo, defenderlo  con nuestra vida, efectivamente la perderemos en el intento, derramaremos gota a gota nuestra vitalidad; este estancamiento emocional en realidad nos habla de que tenemos algo pendiente por resolver y en esta etapa, no se trata de algo externo, se trata de las ruinas internas y su rehabilitación.

Así que prefiero pensar que aquellos que nunca sintieron odio, no es que no amaron, sino es que su grado de represión es muy elevado. O que han hecho un buen trabajo personal para transitarlo, para entenderlo, para incorporarlo y para reconstruir los cachitos de sí mismos que fueron destrozados en ese “trance” que generó tanto dolor. Eso, exactamente, es lo que hacemos cuando trabajamos el odio en psicoterapia.

Psicólogo Collado Villalba – Psicólogo Madrid Avenida de América

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