La violencia filio-parental es un tipo de maltrato ascendente, un subtipo de violencia familiar en la que los ataques físicos, las amenazas verbales y no verbales se producen de hijos a padres. Es un abuso hacia los padres, ya sea físico, psicológico o de perjuicio económico para ganar poder y control sobre ellos. Es importante diferenciar entre comportamientos rebeldes y desafiantes de los hijos propios de la adolescencia y el ejercicio del dominio.

Es un fenómeno que está en aumento y que provoca mucho sufrimiento a nivel familiar, además de las implicaciones legales cuando se trata de menores. La estimación de la prevalencia a nivel internacional se sitúa entre el 10 y el 18%, aunque hay que tener en cuenta que hay muchos casos que se ocultan, pues produce mucha vergüenza y sentimientos de culpabilidad.

En diversas investigaciones han descrito rasgos de los adolescentes que ejercen este tipo de violencia, destacando: baja autoestima, elevada impulsividad, escasa tolerancia a la frustración, baja satisfacción con la vida, malestar psicológico y dificultad para expresar emociones o interactuar emocionalmente.

violencia-hijosEntre las variables familiares de riesgo encontramos que el estilo educativo es un elemento fundamental, la sociabilización más democrática  constituye claramente un factor familiar protector frente a las agresiones que suscitan los estilos autoritarios, negligentes y permisivos que pueden suscitar comportamientos violentos hacia progenitores. También es importante investigar otros ámbitos, el escolar y otros comunitarios, ya que las dificultades para la adaptación escolar y la pertenencia a grupos de iguales, en muchas ocasiones de riesgo, son variables asociadas a esta problemática.

La violencia-filioparental es una probemática multifactorial que necesita medidas profesionales adecuadas para su intervención. Los modelos que han demostrado mayor eficacia son la terapia familiar sistémica y la terapia familiar funcional.

Estos enfoques terapéuticos se caracterizan por: en primer lugar, entender que la conducta del adolescente ha de entenderse en un contexto, no sólo por rasgos individuales, por lo que es necesario un análisis del nicho en el que convive y otros espacios sociales. En segundo lugar, el objetivo de esta intervención es cambiar el patrón de interacción familiar ligado a la conducta violenta, incrementar la interacción recíproca, la claridad y la precisión de la comunicación, así como promover la colaboración entre los servicios implicados (justicia y educativo).  Son modelos perfectamente sistematizados y protocolizados. Por último, implican la evaluación continua de los cambios y resultados por parte de profesionales de alta cualificación.

Estas categorías para organizar la información son de carácter meramente descriptivo y ayudan a la comunicación, pero pueden actuar como etiquetas. No tengo ninguna duda respecto a que las personas actuamos y desarrollamos sintomatología porque tenemos una razón para ello, por lo tanto, mi forma de trabajo considerará siempre las particularidades de la historia de vida de cada individuo, familia o pareja, con el objetivo de comprender qué sentido tienen, y sólo desde ahí poder resolver.

Psicólogo Collado Villalba – Psicólogo Madrid Barrio Salamanca

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