Cuántas veces, tras un impacto emocional fuerte, hemos sentido que el corazón se encogía, hemos sentido opresión en el pecho e incluso dolor, hasta nos hemos dicho «!Me va a dar un infarto!». Cuántas veces no hemos escuchado o pronunciado, «Me han roto el corazón» o  «Tengo el corazón hecho cachitos desde que…».

Con este artículo no pretendo negar las evidencias médicas respecto a cardiopatías, son un hecho y siempre admiraré la medicina y lo milagrosa que a veces se muestra, por ejemplo en algunas intervenciones quirúrgicas. Mi pretensión es añadir  una perspectiva mayor en la compresión del infarto cardíaco, y no únicamente por mi experiencia en clínica con pacientes que lo han sufrido, también basándome en artículos científicos.

El síndrome del «corazón roto» por el estrés exhibe síntomas que se parecen a un infarto. Se presenta con dolor en el pecho y debilitamiento de la función cardíaca, a diferencia del infarto, el afectado no sufre daños duraderos en el corazón. Un estrés emocional repentino y suficientemente intenso (ocasionado por múltiples causas) puede causar una descompensación cardíaca encuadrada en este síndrome poco conocido y comprendido.

Entre 1999 y 2003  médicos de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins realizaron una investigación que incluía análisis comparativo con electrocardiogramas y seguimiento de los casos años después, la muestra era mayoritariamente de mujeres, y el cuadro que presentaban para ser incluidos en el estudio: dolor en el pecho y un cuadro de debilitamiento de su corazón. Es a partir de aquí que se acuña el «síndrome del corazón roto», titular que sugiere que la vieja idea de que la gente puede morir de miedo o de pena, encierra alguna verdad.

«Es importante que la gente sepa que el estrés emocional puede desatar realmente este cuadro», señaló el doctor Ilan Wittstein, cardiólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. La explicación bioquímica no está completamente clarificada, pero  los pacientes mostraron tener niveles elevados de sustancias cerebrales y hormonas como la adrenalina, responsables directas de afectar temporalmente sus funciones cardíacas. I.Wittstein reconoció de todos modos que hay cardiólogos que se muestran escépticos sobre este síndrome, a pesar de que la incidencia va en aumento. El nombre científico que dieron los investigadores a este estado es cardiomiopatía por estrés. No se trata de un infarto, a pesar de que se lo confunde con uno.

Los pacientes del estudio se recuperaron por completo y, a diferencia de las víctimas de infarto, no sufrieron daños duraderos en su corazón. Estos datos son fundamentales de cara a un diagnóstico diferencial, y a un tratamiento adecuado que en estos casos pasaría necesariamente por la psicoterapia.

El estrés emocional puede llegar a causar un infarto, pero solamente en alguien que ya padezca una enfermedad coronaria o tenga antecedentes que lo predispongan a sufrirlo, como hipertensión o colesterol elevado.

infartoSegún otra investigación realizada en la Universidad de Columbia de Nueva York, realizada en 4487 pacientes con enfermedad coronaria, se constata que el riesgo se aumenta si existe la «tormenta perfecta psicosocial»; se refieren a elevados niveles de estrés y síntomas de depresión.

Los investigadores vieron que el riesgo a corto plazo, tanto de muerte como infarto, se incrementaba un 48% en aquellas personas con síntomas depresivos y de estrés.

Cuando nos disgustamos en nuestro cuerpo se desencadenan una serie de reacciones que según un estudio realizado por la Universidad de California en San Diego, pueden acabar por provocarnos una enfermedad cardiaca y numerosos trastornos coronarios. La clave está en el pulso, que se acelera cuando padecemos un disgusto.

Esta aceleración del pulso provocada a consecuencia de un disgusto acelera el ritmo cardiaco con los riesgos que esto supone para el corazón, y más en personas que tienen altas cantidades de colesterol y grasas, o que de por sí tienen una presión arterial elevada. El problema que ha detectado este estudio es que con tan sólo el recuerdo del impacto emocional (disgusto, susto, mala noticia, conflicto, etc).. Aquí nos damos de bruces con el estrés postraumático o con cualquier conflicto dilatado, que haya tenido consecuencias a nivel emocional y no sepamos manejar.

Así que como conclusión, y en casos de cardiopatías que desde el ámbito de la medicina no tengan una explicación clara y específica, animaría a las personas afectadas a iniciar un proceso terapéutico que les permita conocer cómo es su relación con sus propias emociones, con la gente, con sus circunstancias vitales, quizá y desde ahí podamos abarcar una comprensión mayor del funcionamiento de nuestra vida emocional, de nuestro corazón, vamos.

Psicólogo Collado Villalba – Psicólogo Madrid Barrio Salamanca Avda de América

 

 

 

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