El término «antipsiquiatría» debutó a finales de los años 1960 y fue usado por vez primera por David Cooper en 1967, quien definió un movimiento que desafiaba abiertamente las teorías y prácticas fundamentales de la psiquiatría convencional. Este médico inglés y principal teórico de los inicios del movimiento en Gran Bretaña publicó en 1967 la obra “Psiquiatría y antipsiquiatría”. En 1971 publicó el famoso “Muerte a la familia” donde critica esta estructura social. Él consideraba que la psiquiatría era un instrumento del capitalismo que tenía como meta reprimir a los rebeldes, los que no sucumbían al conformismo burgués.

Otro autor destacable fue Ronald D. Laing, quién se caracterizó por revolucionar las prácticas médicas y psicoterapéuticas criticando la psiquiatría convencional, aunque no se identificó con el movimiento antipsiquiatría y mantenía diferencias con la postura de Cooper, especialmente con sus implicaciones políticas.

Este enfoque postulaba enfatizar el respeto de los derechos de los pacientes psiquiátricos, que son en primer lugar personas y no meros portadores de una “mente enferma”. Se oponían a la institución de los hospitales psiquiátricos, y e hicieron intentos de regresar a la gente a la comunidad y construir redes de instituciones comunitarias de apoyo. En Italia los principales exponentes de este movimiento son los psiquiatras italianos Franco Basaglia y Giorgio Antonucci.

antipsiquiatriaEl punto básico del enfoque antipsiquiátrico es el cuestionamiento de los diagnósticos y de las evaluaciones realizadas por los médicos y psiquiatras. Se plantea que el establecer un diagnóstico psiquiátrico implica etiquetar no solo un comportamiento determinado, sino a la persona en su conjunto, asignándole en la sociedad el papel de la etiqueta que determinará su inclusión en la sociedad y el lugar que ocupa.

Laing y Cooper en la intervención con la persona diagnosticada como esquizofrénica utilizaban un tratamiento particular llamado psicoterapia radical y enfatizaban que las causas del estado mental se encuentraban principalmente en las condiciones de la estructura de los vínculos familiares. En este contexto se postuló que la esquizofrenia podía entenderse como una lesión en el yo interno infligida por padres demasiado intrusivos psicológicamente.

El movimiento antipsiquiátrico fue también lugar de reivindicación para personas que habían tenido una mala experiencia durante tratamientos psiquiátricos y planteaban alternativas de intervención, no era exclusivamente para profesionales de la salud mental.

La antipsiquiatría también cuestionó la cronicidad del trastorno psiquiátrico. Los pacientes de salud mental demandaban que podían curarse completamente y anhelaban empoderamiento en la propia vida. Se idearon esquemas para combatir el estigma y la discriminación; para ayudar a la gente con problemas mentales a actuar en la sociedad y a involucrarse en servicios de pacientes de salud mental.

Es interesante observar que aquellos que activa y abiertamente discutieron la práctica tradicional de la psiquiatría permanecieron marginados dentro del ámbito médico de la psiquiatría, y en un menor grado dentro de la más amplia comunidad de salud mental. Compartieron la exclusión de la que gozaba la persona con “trastorno mental”.

Políticamente la antipsiquiatría está asociada a ideas políticas fundamentadas en el humanismo secular o religioso, y en el civilismo libertario, indistintamente si se es de izquierda o de derecha.

Psicólogo Collado Villalba

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