Por fin

Por fin la había encontrado; justo en ese momento en el que más  pensaba que arrastraría ese duelo eternamente, en esos días en que intrusivamente le asaltaba el convencimiento de que no habría mujer que borrara las huellas que en su piel y en su interior había sellado Marta.

Inocentemente

De la manera más boba, más inocente, más sorpresiva, más improvisada, se encontró preguntándose por qué esa linda mirada no parpadeaba al mirarle, por qué le contaba tantas cosas y le preguntaba tantas cosas, por qué a lo largo de la fiesta no había pasado más de medio minuto hablando con otras personas y horas a su lado. Mira que le costaba sentirse deseado, aposentarse en el convencimiento de haber atrapado el interés de una mujer; y mira que tenía especial sensibilidad para detectar estos juegos cuando se trataba de lo ajeno.MontañaRusa

Abismo

Se lanzó al abismo, pero el de sus besos y su cuerpo, al de no dormir e ir al trabajo con piernas temblonas y sangre de toro. Frescura en su vida, que ya olía a rancio. Esnifaba su suave y joven piel, la de ella, que olía y sabía a pera, su alegría de vivir, ese brillo en la mirada, la espontaneidad, la virginidad espiritual del que poco ha sido golpeado. En la cresta de la ola. Envidiado por su amigos y compañeros de fiesta.

Todo se para

Así se sucedió la semana de sábanas, ojeras y endorfinas… Una noche, en ese momento en que todo se para, en esos minutos para el regusto del día, para sentir si somos capaces de hacerlo, saboreaba su recuerdo y proyectaba nuevos encuentros frutales. “¿Cenamos mañana?”, le escribió sabiendo que simultáneamente ella recibiría el mensaje.

Pasaron 10 minutos en los que miró de reojo el piloto del móvil alrededor de 20 veces; cabría esperar que mutara en verde y no pasó del rojo… Salió al jardín, tan grande, tan vacío, encendió un cigarrillo. Hacía buena temperatura. Con las ascuas se encendió el segundo cigarrillo. Entró. Cogió el móvil. Nada. Le sacó la batería, la tarjeta SIM, volvió a introducirla. Nada. Era tarde; al día siguiente madrugaba. Miró el correo: nada.

Dramas

Encendió el ordenador. Decidió que era el momento perfecto para trabajar. Su cabeza se movía de derecha a izquierda, hacia donde se iba su pensamiento; el cuello ligeramente inclinado hacia delante. No era tan gran idea. No le resultaba fácil concentrarse. Se levantó. Una cerveza. Dos cervezas. El móvil no sonaba. El piloto en rojo. Nada.

Leyó 20 veces el mensaje enviado, pero no cabían muchas interpretaciones debido a lo lacónico del texto. ¿Sería eso? Demasiado directo, poco romántico, soso…  Nada. Sólo una hora y 47 minutos transcurridos. Nada.

Jardín. Tercer cigarro. Cuarto cigarro. Tercera cerveza.

Vacía el cenicero. Recicla las latas.

“Muy bien, pues se acabó. Si tiene que terminar así, no pondré impedimentos. Tampoco es que me entusiasme la pera. A dormir ya. Será maldita.”

Dramas pero pasajeros

“¡Hola! ¿Perdona es tarde para llamarte? Me quedé sin batería, acabo de regresar a mi casa, nos quedamos a tomar algo después de clases… ¡pero no quería dejar de decirte que muero por cenar mañana contigo!”

Estaba en la cresta de la ola.

Psicólogo Collado Villalba – Psicólogo Madrid Avenida de América

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